viernes, 23 de enero de 2015

Chocolatería San Ginés, auténtico templo del chocolate

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Hablar de Madrid invita a recrearse, a descubrir cada uno de sus rincones mediante la fórmula más maravillosa que inventó el hombre: la palabra. Uno de esos recovecos mágicos que sin lugar a dudas merece la pena visitar, degustar y disfrutar es Chocolatería San Ginés.


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Situada en pleno centro de la ciudad, a escasos metros de la emblemática Puerta del Sol, San Ginés se ha ganado a pulso el reconocimiento del público como uno de los lugares claves para disfrutar de un buen chocolate. Eso sí, acompañado con los míticos churros. 

María de las Nieves Atencia, andaluza, cada vez que tiene la ocasión hace un hueco en su agenda y se escapa para disfrutar de las inmensas posibilidades que ofrece Madrid. Una de sus paradas obligadas se encuentra en la Chocolatería San Ginés. María nos cuenta su experiencia. 



     En el año 1.890 se construye el local para mesón y hospedería en el propio pasadizo


Fundada en el año 1.894, este establecimiento fue concebido para la realización de churros 'a hombro' (técnica tradicional). Al encontrarse junto al Teatro Eslava, alcanzó su fama cuando la gente salía del teatro y se paraba a disfrutar de un buen chocolate caliente en este lugar. 


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Más tarde, por las horas intempestivas hasta las que permanecía abierta, contribuyó a que muchas personas se parasen a desayunar cuando salían de la discoteca Joy Eslava. En la actualidad está considerada como una de las chocolaterías más antiguas de la capital.

Durante el periodo de la Segunda República, debido a su ubicación casi oculta entre pasadizos, se llamó popularmente como 'La Escondida'. En el año 2010 se inauguró una chocolatería en Tokio en el famoso y concurrido barrio de Shibuya, adaptando sus productos a los gustos nipones.




Lugar mágico, cautivador, que nos hace recordar a los cafés del siglo XIX y cuya fachada se ha convertido en uno de los pasos del recorrido cultural 'La noche de Max Estrella' siguiendo la obra teatral Luces de Bohemia de Valle-Inclán. 

                   

Si tienen la oportunidad de pisar Madrid, de sentir cada uno de sus rincones, no dejen de acercarse a este establecimiento de mesas de mármol blanco y mostrador revestido de azulejería, convertido en uno de los auténticos templos del chocolate madrileño. 

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